Un
día nos dirigíamos al museo Británico y después de salir del
metro vimos que nos habíamos perdido. Un señor inglés me preguntó
de repente: “¿os puedo ayudar en algo?” “Sí, por favor”
le contesté en inglés. Resulta que él trabajaba en el museo
Británico y entendía perfectamente el español. Me quedé
impresionado de la suerte que teníamos de haber encontrado a aquel
hombre tan simpático; ya que no solo nos acompañó rápidamente
hasta allí, sino que también nos explicó la historia de algunas de
las salas más importantes de este museo. Resultó ser profesor de
arqueología y había estado dando clases a jóvenes de la
universidad en el museo Británico.
Javier
Piazuelo
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